domingo, 2 de junio de 2013

El pasado sábado se cumplió el plazo dado por el Presidente para erradicar las denomidas ollas del microtrafico. Se avanzó, pero no se logró.


Tomado del tiempo.com

El 'Bronx', la peligrosa 'olla' de Bogotá, ha sido una de las más difíciles de intervenir. En ella se movía un negocio de 7.000 millones de pesos mensuales, dice la Policía.Foto: Abel Cárdenas

En los sesenta días de guerra a las ‘ollas’ que se cumplieron el pasado sábado –luego del plazo dado por el presidente Juan Manuel Santos el primero de abril para erradicar 24 de estas en 20 ciudades del país–, las autoridades no solo le dieron un golpe a la esencia del millonario negocio del microtráfico (que se pelean bandas criminales), sino que descubrieron un mundo nuevo de hampa y explotación sexual.

La Policía llegó a sitios a donde nunca había llegado la ley, capturó a 1.923 personas e incautó un arsenal de armas y millonarios cargamentos de droga.

Uno de los hallazgos más dramáticos de las autoridades fueron los niños y ancianos, que eran utilizados no solo para vender drogas sino para prostituirse, en Cúcuta, Neiva, Armenia y Cali.

En la capital del Valle, las autoridades hallaron en el sitio ‘El Calvario’ a dos niños, de 13 y 14 años, vestidos con ropa de niña y consumiendo ‘sacol’ (pegante). Los menores vendían su cuerpo en el lugar a personas adultas para poder pagar la droga que consumían.

En otros casos, los niños eran utilizados como ‘campaneros’, como llaman a las personas que avisan cuando llegan los policías.

Según uno de los investigadores de la Policía que intervino la olla ‘La cueva del humo’, en Armenia, considerada la más grande del Eje Cafetero, “los niños, desde los cinco años, se prestan para el alboroto en medio de las intervenciones de la Fuerza Pública; mientras tanto, sus parientes ocultan la droga”.

El general Fabio Castañeda, comandante de la Policía Metropolitana de Cali, manifiesta que también está el drama de profesionales a los que la drogadicción los alejó de sus trabajos y de sus familias: “Aquí usted puede encontrar gente de todas las edades y condiciones sociales, es un reflejo de la situación a la que lleva la droga”.

En Cali fueron desarticuladas dos estructuras del microtráfico, lideradas por alias ‘Marta’ y ‘Edwin’, y en Cartagena capturaron a ocho integrantes de la banda ‘los Pilillos’, que eran los más fuertes del Callejón Carrillo del barrio Chino, la ‘olla’ más grande de la ciudad.

En estos operativos encontraron desde granadas de fragmentación, como las halladas en la intervención en Neiva, hasta subametralladoras y pistolas con silenciadores, como las decomisadas en Villavicencio.

Muchas de las casas donde operaban los expendios eran verdaderos búnker, como en Neiva, donde las puertas eran reforzadas con barras de hierro y los antejardines, con cercas de alambre y perros furiosos.

En algunos casos, los traficantes tenían sofisticados sistemas de vigilancia con cámaras y pantallas, como la detectada en el ‘Bronx’, en Bogotá, y en otros, algunos sorprendentes, como el caso de la lora que alertaba sobre la presencia de los policías y que fue hallada en un allanamiento a una ‘olla’ en Soacha. Los dueños del ave eran indígenas, que fueron capturados y dejados en libertad porque no se pudo realizar la audiencia de imputación de cargos ya que no hablaban español.

En Cúcuta, en la zona conocida como ‘Curva pele el ojo’, la Policía Metropolitana halló dosis de ‘coca’ camufladas en compotas. Estas iban marcadas con letras y figuras en la parte externa de los frascos y se ubicaban justo al lado de alimentos de consumo diario. Se incautaron cerca de 200 dosis personales, con varios tipos de narcóticos.

“Encontramos toneladas de estiércol humano que debimos sacar de tres cuadras”, dijo el general José Mendoza, comandante de la Policía en Medellín, en donde se intervino la ‘olla’ Barbacoas. Según el oficial, grandes cantidades de heces humanas se encontraban cerca de porciones de carne cruda, que luego vendedores informales asaban para vender por 7.500 pesos.

En la zona Cachacal, en Barranquilla, “la gente llegaba a morir”, según contó un funcionario del Distrito. Aseguró que allí, hace dos meses, Medicina Legal llegó a tener los cuerpos de 20 habitantes de la calle que murieron en hechos violentos, por sobredosis o enfermedades contraídas en esta zona.

Centros de delincuencia

Más allá de las escabrosas imágenes que se develaron con la entrada a las ‘ollas’, se puso en evidencia un negocio que, además de ser de expendio de droga, servía como centro de delincuencia organizada, disputado por bandas y ‘combos’.

En Bogotá, las autoridades desvertebraron los tres principales ganchos (hombres que lideran estas redes): alias ‘Homero’, ‘Mosco’ y ‘Manguera’. Estos hombres manejaban (sin estar en la zona), las estructuras que dominaban el millonario negocio que hay tras las ollas de Bogotá, de unos 7.000 millones de pesos al mes, y que no es fácil de acabar, como no lo es en el resto del país.

El coronel Camilo Cabana, subcomandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, afirma que estas organizaciones han ido adoptando, como respuesta a los operativos, una estrategia móvil para su negocio ilícito. “Para evitar un allanamiento, ahora prefieren guardar droga en pequeñas cantidades y venderla a domicilio, o a través de los denominados jíbaros”, dice. En eso coincide una fuente de inteligencia, quien afirma que “el expendio móvil es una forma compleja, que seguirá existiendo mientras haya consumo”.

El economista Jorge Alvis, investigador del Instituto de Estudios para el Desarrollo de la Universidad Tecnológica de Bolívar, advierte sobre otro escenario posible: “Todo proceso de prohibición y de lucha contra las ‘ollas’ es probable que termine restringiendo la oferta y que los precios tengan la tendencia a subir. Eso genera unos incentivos para los expendedores. No es que se vaya a elevar la oferta, pero sí habría incentivos que estimularían a algunas personas a seguir delinquiendo, pero a un mejor precio”.

El director de la Policía, general José Roberto León Riaño, dice que esta guerra es ganable, pero admite que no es facil: “Podríamos hablar ya de ollas completamente erradicadas y de otras en que demorará un poco más el proceso total, porque no depende solo de la Policía, sino que se requiere de un trabajo social permanente que involucre a todo el Estado”.

¿Hacia dónde está migrando el negocio?

Con la intervención inicial de 24 centros de expendio de drogas en el país, surge la preocupación de hacia dónde migra el negocio. Como consecuencia lógica se desprende una mutación simple, ya conocida por las autoridades, y es el trasteo de las ‘ollas’ a unas calles de distancia, como ocurrió cuando se intervino ‘El Cartucho’, en Bogotá, y se creó el ‘Bronx’. Así lo reconoce Arnulfo Serna, secretario de Seguridad de Medellín, quien señala que cada vez que llegan a recuperar un sector convertido en ‘olla’, el problema se va corriendo a otras calles. Para evitarlo, las autoridades intentan concentrarse en cerrarle el cerco al narcomenudeo y en recuperar de forma definitiva las zonas.

 En Cali, la Alcaldía, además de expropiar predios, realiza jornadas de aseo, pintura, partidos de fútbol; en Armenia se destinarán 50.000 millones de pesos para recuperar la antigua ‘cueva del humo’, y en Barranquilla piensan transformar la zona del ‘Cachacal’.

Falta más apoyo judicial

Pese a los avances, la Policía se queja de la falta de fiscales especializados para avalar órdenes de captura y allanamientos y de que muchos de los detenidos quedan en libertad. En Santa Marta, por ejemplo, se realizaron 461 capturas, de las cuales solo 61 personas están en la cárcel. “Es un desgaste para la Policía”, dijo el comandante de la Policía Metropolitana de Santa Marta, coronel Fredy Tibaduiza.

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