Jorge Sampaoli nació en Casilda. Se retiró pronto del fútbol por una lesión y porque no jugaba muy bien. Se hizo entrenador marcado por la impronta del Loco. Antes, había sido empleado bancario y juez de paz. Capaz de colgarse a un árbol para poder dirigir a uno de sus primeros equipos, ahora construyó a la estupenda Universidad de Chile, campeona de la Copa Sudamericana.
El Marcelo Bielsa del pullover gris -aquel de principios de los años noventa, el hacedor del ciclo más exitoso de Newell's, el personaje encantador que alimentaba adjetivos de los observadores y de sus seguidores- caminaba con el mismo paso nervioso. Gritaba, gesticulaba, mataba ansiedades con chupetines, reclamaba entrega máxima, buscaba su lugar en el fútbol grande desde su condición inicial de auténtico desconocido. Tenía una intensidad que generaba asombro incluso de sus más cercanos. Su hermano Rafael -abogado constitucionalista, ex canciller de la Nación- describió la antesala del primer clásico rosarino de Marcelo a través de un cuento: El Técnico de la Máscara de Hierro -así lo definía Rafael a Marcelo- había prometido cortarse un dedo de una mano si Newell's le ganaba a Central. Aquel 8 de octubre de 1990, el equipo del Parque de la Independencia ganó 4-3 y, más tarde, fue campeón del torneo. Era verosímil aquel loco desafío. Rafael -relata- fue al vestuario visitante para constatar que su hermano tenía los diez dedos. Ya en esos días inaugurales, el Loco tenía admiradores. Por ejemplo, un tal Jorge Sampaoli viajaba 56 kilómetros desde Casilda para ver al Newell's de ese rosarino en el que observaba algo especial, incluso un camino.
Es el mismo Sampaoli que cuenta ahora, desde la cresta de su propia ola, que se formó y creció mirando y aprendiendo de Marcelo Bielsa. Es el técnico que irrumpió en el fútbol chileno y sudamericano proyectando sobre el campo de juego un fútbol audaz, despojado de inhibiciones, inquebrantable en términos de la entrega de sus intérpretes. Como dicen del otro lado de la Cordillera: a lo Bielsa. Sampaoli es, sobre todas las cosas, un transformador: de una carrera condenada al fútbol regional consigue un recorrido que conduce a la elite; de un plantel despojado de estrellas construye un equipo capaz de agradar a todos; de un personaje expuesto a la desconfianza ajena hizo otro que admite todos los elogios y la comparación inevitable: Sampaoli es El Otro Bielsa.
Su vínculo con el Loco que ahora conduce al Athletic de Bilbao lo contó Sampaoli -otra vez- en días recientes, entrevistado por Radio 1010 de Uruguay, en uno de sus escasos contactos exclusivos con la prensa: "No hay una vinculación directa con Bielsa, sí con su filosofía. Estaba cerca de Rosario para el Newell's del 90 y a partir de ahí comenzamos a consumir toda esa filosofía y esa figura. Normalmente cuando uno quiere ser entrenador, mira un montón de opciones y rescatar lo mejor de cada uno. Yo me fui con esa únicamente y traté de poder genera algo que fuera mío, pero muy cercano a esa filosofía". Hay otros detalles que lo hacen parecido a Bielsa, más allá de su metodología de trabajo y de entrenamiento. Casi no concede entrevistas y le huye de todos los modos a cualquier vínculo con empresarios del ámbito del fútbol. Dice que lo de él es dirigir a un grupo tras los pasos de una idea. Prefiere el convencimiento al rigor tardío de una sanción.
Las particularidades de Sampaoli trascendieron las fronteras subcontinentales. El diario El País, de Madrid, lo retrató así: "Sampaoli, como Bielsa, un obsesionado del método, de la ocupación territorial y la funcionalidad táctica, ha creado en un año un equipo que la prensa brasileña bautizó como el Barcelona de América. Sampaoli, asceta como Bielsa, sedujo con la promesa de que atacaría al Liga en su fortaleza quiteña, y que podía perder o ganar, pero que no se detendría en retóricas sin contenido. Al final, atacó y ganó. La promesa del Chuncho es la de un amor adolescente, devocional con el espíritu y la estética del juego atacante, una promesa que tiene al pueblo azul bullendo, ya con su primer título continental". Ya no es casualidad: tras este 2011 estupendo, a Sampaoli todos le imaginan un futuro grande.
Jugó en las inferiores de Newell's, pero una grave lesión lo quitó del camino que conducía al fútbol grande. Se volvió a Casilda. Y siguió jugando por equipos de esa ciudad, como Aprendices y Unión. Era un volante central áspero, metedor; una suerte de Chicho Serna versión casildense. Estaba claro, de todos modos: no era un crack. El fùtbol regional no ofrecía ingresos y tenía que cumplir otras funciones. Trabajó en el Banco Provincia; tras su privatización fue trasladado a una repartición pública en Los Molinos, donde fue juez de paz. Entonces, celebraba matrimonios civiles y firmaba certificados de defunción. Sergio Abdala, desde su condición de presidente de Alumni de Casilda, le dio a su amigo la primera oportunidad de dirigir. Lo contó el propio Abdala ante la consulta del periodista Carlos González Lucay: "Lo apoyamos para que iniciara su carrera como entrenador. Promovió el vértigo y el trabajo serio. Y si bien su mentor es Marcelo Bielsa, creo que tienen diferencias, ya que sus equipos juegan de forma más vistosa que los de Bielsa. Cuando partió a Perú ya se vislumbraba que tendría un gran futuro"
Una foto publicada en el diario La Capital, de Rosario, le abrió otras puertas. Lo recordó el propio diario en este diciembre: "En mayo del 96, Sampaoli había tocado por primera vez el cielo con las manos, luego de que Eduardo López lo 'fichara al ver una foto publicada en setiembre del 95. Trepado a un árbol, se las ingenió para eludir la suspensión que pesaba sobre él y dirigir a su equipo, Alumni de Casilda. Por entonces, el Gringo Trillini hablaba de sus bravuras y su pasión como técnico en la columna de 'El Viajante'. La frustración del Zurdo (porque la derecha era de palo, precisamente) por no llegar a la primera de Newell's tras romperse la rodilla, no le amilanó el entusiasmo, que volcó como DT´". De aquel árbol bajó para dirigir a Argentino de Rosario, en el Ascenso. Estuvo en la temporada 96/97 y un puñado de partidos en el año 2000.
Sampaoli dio sus primeros pasos relevantes en el fútbol peruano. Entre 2002 y 2007 dirigió a Juan Aurich, Sport Boys, Coronel Bolognesi y Sporting Cristal. En 2008, desembarcó en Chile para dirigir a O'Higgins. Entonces transformó un equipo pequeño en gran protagonista: finalizó tercero y se clasificó para los playoffs, donde lo eliminó la Universidad de Chile. Siguió en Sudamérica: voló a Ecuador para conducir al Emelec. No le alcanzó la notable campaña para ser campeón (fue segundo en la temporada), pero sí para dejar su huella: en junio de ese año, su equipo se convirtió en el mejor del mes para la IFFHS (una entidad homologada por la FIFA). Fue la primera vez que un equipo ecuatoriano conseguía tal distinción.
Entonces, le llegó su primera gran chance: la U de Chile. El periodista José Antonio Giordano escribió en el diario La Tercera: "'El Bielsa del Cachapoal' o, sencillamente, 'El Bielsa de los pobres'. Con esas denominaciones, más burlonas que otra cosa, mucha gente identificaba a Jorge Sampaoli cuando se hizo cargo de Universidad de Chile". Lo que siguió a ese comienzo de dudas fue una cosecha de éxitos: ganó el Apertura, la Copa Sudamericana (primer título internacional para el club) y ahora enfrentará a Cobreloa en la final del Clausura. En el camino se mantuvo invicto durante 36 encuentros y realizó la mejor campaña en la historia de las competiciones sudamericanas. Sí, todo eso. Y además, jerarquizó a sus futbolistas y capitalizó a la institución: el delantero Eduardo Vargas fue transferido al Napoli en 14,8 millones de dólares. Con ese dinero los dirigentes tienen pensado construir un estadio propio para El Chuncho.
En suma, en Chile hizo algo parecido a Bielsa: empezó entre cuestionamientos y desconfianza y se transformó en un personaje adorado. El escenario ahora es muy distinto al del comienzo: lo quieren de Newell's; lo imaginan como sucesor de Claudio Borghi en La Roja; lo votan para mejor entrenador de América en la tradicional encuesta del diario El País, de Montevideo; lo llenan de adjetivos elogiosos; los periodistas que lo criticaban al comienzo ahora le piden perdón desde sus columnas; los jugadores que mucho no lo conocían ahora cuentan maravillas de este casildense tenaz y laburante... En las redes sociales pasó lo siguiente: los mismos usuarios que se preguntaban cómo se escribía su apellido por estos días arman sitios de admiradores. Un tal Sergio Matías Meza Robles escribió en Facebook: "Grande don Sampa; ojalá pueda quedarse por mucho tiempo con nosotros al igual que Sir Ferguson (en Manchester United)". El Bielsa de los pobres se construyó a sí mismo mirándose en su espejo preferido. Y se convirtió en un perfecto retrato de los curiosos laberintos que ofrece el fùtbol: ahora, aquel entrenador que se trepaba a los árboles recibe por las calles de Santiago el mismo trato que una celebridad.
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