Una campesino con un par de gallinas saraviadas sostenidas por las patas, que cacareaban al unísono sacudiéndose las plumas; varias mujeres con mercados entre lonas de harina y hasta un monje con apariencia de ser franciscano, fueron algunas de las personas que compartían la buseta destartalada que nos llevaría a Juntas, último lugar con vestigios de la ciudad, desde donde echaríamos loma arriba a pie, para poder llegar a la vereda El Salto, en las faldas del nevado del Tolima.Cuando con el reportero gráfico Helmer Parra de EL NUEVO DÍA, decidimos emprender este viaje por la ruta larga, que toman los alpinistas que se dirigen a la cumbre del nevado del Tolima, que bien habríamos podido hacer en mula y no a pie, buscando desentrañar la vida de los niños de la escuelita que hay allá arriba en El Salto, sabíamos que iba a ser duro, pero lo arduo del viaje lo compensó con creces los sitios que pudimos visitar y la experiencia que deja la vida sencilla del montañista, que como buenos citadinos escritorializados, toma tinto y sedentarios, nos pareció simplemente irrepetible.
Los mejores amigos de unos exploradores novatos pueden ser un buen par de botas pantaneras marca Croydon, que a este cronista lo salvaron varias veces de terminar embarrado hasta el cuello, y un buen par de guías "marca Jalca", Ivonne Buenaventura y Carolina Ruiz, quienes nos llevaron y trajeron, a salvo, de esta travesía que comenzó a las 4 de la tarde, el lunes 5 de marzo.Nuestro destino, a nueve horas de distancia, era imposible alcanzarlo caminando de noche; después de avanzar por cuatro horas, atravesando un sitio que llaman Praderas, decidimos acampar en la finca Estambul, para poder madrugarle al camino. No podemos confundir este lugar con la ciudad que fue antiguamente Constantinopla y donde nacieron varios de los imperios más importantes de la humanidad, es sólo una casa de madera que su dueña deja abierta para que los caminantes pasen la noche. Al llegar allí el agotamiento era total; en ese momento nos dimos cuenta de que esto no era un paseo de domingo al cerro La Martinica, pero detrás de la casa, en la total penumbra de la noche, asomó la punta del nevado brillando con el reflejo de la luna; seguramente, si no fuéramos de lo más estoico y no hubiéramos estado con Helmer Parra tremendamente deshidratados, habríamos llorado de emoción.Al otro día, después de un sueño "reparador", que sólo pueden otorgar las "cómodas" irregularidades del suelo contra la espalda, otra vez tomamos camino, por el que nos encontramos con uno de los personajes más pintorescos y típicos de las montañas, le dicen Cañón. Bajaba al pueblo con varias mulas y algunos perros de raza desconocida, que dejaron de ladrar cuando paró para saludar a nuestras incansables guías, a quienes conoce por las mil y un oportunidades en que han visitado su alejado domicilio; viaje que nosotros haríamos por primera vez, y se debe narrar ahora antes de llegar a El Salto.La caminata hasta los termales de Cañón, y de allí hasta la Laguna el Encanto y de nuevo a El Salto en un solo, fue prueba de la fortaleza física de cualquiera; además del estado mental y el tipo de carácter de cada quien frente a la vida; si llegara a quebrantarse por el cansancio, la desidia que produce la monotonía del camino en ciertos sectores, se convertiría este, fácilmente, en un recorrido sin retorno. De El Salto partimos antes de que asomara el sol, y después de cinco horas, agotadoras hasta el límite, comenzamos ver los humedales de aguas azufradas que anunciaban la cercanía de los termales; sitio en el que recobramos el aliento descansando unos minutos, para seguir hacia la laguna EL Encanto, a otras cinco horas. El tramo más impactante antes de alcanzar la laguna, es cuando se tiene que atravesar el Valle del Placer, que debería ser rebautizado como el "Valle de la Desidia". Al caminar, este lugar produce el efecto falso y poco placentero de que no se avanza; además, es ciertamente lúgubre. En todo su centro está una casa, en la que, según dicen, fue asesinada una familia completa en un ajuste de cuentas. La construcción de madera aún se encuentra en pie dándole una apariencia espectral a sus alrededores.
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