La noche del jueves fue una de esas que literalmente se llevó todo. Bajo un cielo ibaguereño cubierto de nubes el aguacero de ese día, que muchos querrán olvidar, cayó inclemente sobre la ciudad.
El agua no respetó vidas, ni humanas ni animales; mucho menos construcciones y a la tierra se la llevó entre ríos crecidos y un miedo humano latente en los habitantes de la capital del departamento.Y es que no sólo afectó el casco urbano, también traspasó los límites y llegó a la zona rural, donde arrancó pedazos de montaña cubriendo caminos y sueños.Es el caso de los campesinos de las veredas El Gallo, Las Ánimas, Piedecuesta y Las Amarillas, quienes a sus espaldas y con sus ‘bestias' se ayudaron para sacar lo poco que les quedó.Los cultivos de café que por este sector son comunes, por la gran calidad de esta tierra tolimense, hoy sólo son esperanzas de una buena cosecha.Sus fincas, construidas con el esfuerzo de años, fueron arrancadas de sus bases y arrastradas por el agua que ese día bajó furiosa del cielo.La coordinación de las autoridades para el censo de estos sectores rurales está bajo la tutela, de acuerdo con el director del Comité Regional de Emergencias, Samuel Calderón, de la Secretaría de Desarrollo Rural municipal, sin embargo, hasta ayer no se conocía del apoyo a estos sectores.A pesar de ello, los habitantes de este sector, se han encargado de ir limpiando los pasos que les quedaron, todo para no quedar incomunicados con la ciudad.
El agua no respetó vidas, ni humanas ni animales; mucho menos construcciones y a la tierra se la llevó entre ríos crecidos y un miedo humano latente en los habitantes de la capital del departamento.Y es que no sólo afectó el casco urbano, también traspasó los límites y llegó a la zona rural, donde arrancó pedazos de montaña cubriendo caminos y sueños.Es el caso de los campesinos de las veredas El Gallo, Las Ánimas, Piedecuesta y Las Amarillas, quienes a sus espaldas y con sus ‘bestias' se ayudaron para sacar lo poco que les quedó.Los cultivos de café que por este sector son comunes, por la gran calidad de esta tierra tolimense, hoy sólo son esperanzas de una buena cosecha.Sus fincas, construidas con el esfuerzo de años, fueron arrancadas de sus bases y arrastradas por el agua que ese día bajó furiosa del cielo.La coordinación de las autoridades para el censo de estos sectores rurales está bajo la tutela, de acuerdo con el director del Comité Regional de Emergencias, Samuel Calderón, de la Secretaría de Desarrollo Rural municipal, sin embargo, hasta ayer no se conocía del apoyo a estos sectores.A pesar de ello, los habitantes de este sector, se han encargado de ir limpiando los pasos que les quedaron, todo para no quedar incomunicados con la ciudad.
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