martes, 24 de febrero de 2009

Íngrid me defraudó”

Por: Alfonso Rico Torres
Siete años después de que Íngrid Betancourt fuera secuestrada, el ex esposo Juan Carlos Lecompte habla de lo que fue su propio cautiverio. También explica por qué dijo que Clara Rojas era la fórmula a la Vicepresidencia de la ex dirigente política, a pesar de que su nombre nunca figuró en la lista para las elecciones de 2002.

22/02/2009 - 8:12pm
'Aún no sé qué pasó entre Íngrid y yo'
El 23 de febrero de 2002 la vida de Juan Carlos Lecompte cambió para siempre. Ese día, las Farc secuestraron a su esposa, Íngrid Betancourt, en momentos en que el país veía como un proceso de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y el grupo insurgente había fracasado.
Desde ese momento, Lecompte dejó de ser el hombre del que pocos sabían. “Trabajaba a su sombra y a ella le gustaba eso, que fuera discreto. Me tocó figurar cuando la secuestraron porque entre la mamá de ella (Yolanda Pulecio) y yo decidimos llevar la campaña presidencial hasta el final. Fueron tres meses duros en busca de votos, aparición en los medios y muchas cosas que se hicieron sin ella”, recuerda.
Siete años después, Lecompte ha vuelto a ser aquel hombre del común, una persona soltera que dice estar recuperando el tiempo en los que más le gusta hacer: publicidad, alguien que entre sus sesiones laborales y las charlas con su familia y amigos busca respuestas a lo que, sostiene, no sabe a ciencia cierta por qué terminó.
Desde un lugar que prefirió no dar a conocer, en medio de una agitada jornada laboral para él, el ahora ex esposo de la ex dirigente política Íngrid Betancourt habló de lo que significó ese secuestro y de lo que vivió cuando ella fue liberada tras la famosa Operación Jaque del 2 de julio del año anterior. También, del supuesto merecimiento de ella a un Premio Nobel de la Paz y de la idea que tuvo de decir que Clara Rojas era la fórmula vicepresidencial de su entonces esposa, a pesar de que ello nunca fue cierto.
¿A qué se dedica Juan Carlos Lecompte?
Para mí el secuestro de Íngrid fue lo primero y el trabajo pasaba a un segundo plano. Ahora estoy en lo mío, en la publicidad, haciendo asesoría. Ahí vamos recuperando el tiempo que no pude trabajar.
Pero usted trabajaba en la publicidad de ella cuando estaba metida de lleno en la política...
Sí. Cuando ella se lanzó al Senado y la Presidencia yo le hacía las campañas publicitarias. También teníamos publicidad que no era de campaña. Me acuerdo de un discurso de ella en el juicio contra Ernesto Samper (ex presidente). Esa camiseta que ella se puso con un elefante yo se las diseñaba.
Y ahora que ese secuestro terminó, ¿qué balance hace?
Enseñanzas muy duras. Se da uno cuenta que los amigos de verdad son pocos, que en realidad uno está en el mundo muy solo, que la vida es dura. Se encuentra uno con otras situaciones igual de duras, por ejemplo en la cárcel. Yo visitaba a guerrilleros en busca de contactos: fui a La Picota como tres o cuatro veces, a la de Cómbita, a la Dorada. Pero en realidad lo más duro fue encontrar que en la vida estamos muy solos.
¿Algo positivo?
Claro, haber conocido a gente muy valiosa, como a Marleny Orjuela, presidenta de Asfamipaz. (Asociación colombiana de familiares de miembros de la Fuerza Pública retenidos y liberados por grupos guerrilleros). Es una gran mujer, muy valiosa, muy solidaria. Y en esto del secuestro como ella hay gente berraca.
Varias veces lo vimos en los medios con el cartel de la ex candidata a su lado o lanzando papeletas a la selva. Teniendo en cuenta el poco tiempo que compartieron una vez ella regresó, ¿cree que ella supo de esos actos?
La verdad es que no he tenido tiempo de hablar muy largo con ella porque se fue enseguida, pero creo que sí supo. Ellos en la selva se enteran de las noticias por radio, de manera que tal vez no se enteró de todo, pero sí de la mayoría.
¿Qué pasó con el cartel que tanto lo acompañaba?
La idea de hacer esa foto similar al tamaño natural, con un plano americano fácil de llevar y así tener una fuerte presencia de ella, se me ocurrió e hice seis idénticas. Hay una que se quedó en París (Francia), otra en Madrid (España), una más en Brasil, la mamá tiene una y yo otra. No recuerdo donde está la sexta, tal vez en Bruselas (Bélgica) o en Roma (Italia), pero el objetivo era tenerla presente en todo el mundo.
¿Y las papeletas?
Se me ocurrió más adelante, cuando estaba escribiendo un libro que publiqué hace tres años. En él puse que con el dinero que éste me dejara imprimiría unas fotografías de los hijos de Íngrid (Lorenzo y Mélanie Delloye) y las lanzaría a la selva, donde yo pensaba que estaba. El objetivo era que viera cómo estaban ellos de grandes, los cambios que habían tenido. Lo hice para una Navidad, para el Día de la Madre, para su cumpleaños. Fueron como cinco o seis vuelos hechos con un amigo que quiere reservar su nombre. Lanzamos unas 100.000 fotografías y debo decir que algunas veces me encontré con la colaboración de quienes las imprimieron sin costo. Unas las pagué yo y otras me ayudaron. El primer vuelo que hice fue a Putumayo, pero ella nunca estuvo por allá, luego las lanzamos al Guaviare y al Vaupés. Hacer esos vuelos salía costoso.
Mientras hacía eso, ¿qué noticias cree que le llegaban a ella para que a su regreso haya sido tan distante con usted?
Como le digo, no he podido hablar al detalle con ella, pero el amor se puede perder en la selva, estar sometido a humillaciones y maltrato pueden crear sentimientos inesperados. Es que el secuestro es algo monstruoso, el crimen más grande de la humanidad.
¿Pero usted era consciente de que esa espera podría ser baldía?
Claro, yo sabía que ella podía perder en la selva el amor por mí, que el tiempo pasa, que la gente cambia, que las circunstancias eran muy duras. Sabía que tal vez no podían ser como antes, yo le aposté a que de pronto sí porque cuando a ella la secuestraron estábamos en un buen momento, pero no se dieron y la vida es así. Nosotros aquí también quedamos secuestrados porque siempre soñábamos con la persona que estaba allá y nos quitaron de una forma violenta. Fue una verdadera tortura permanente porque no sólo secuestran a la persona, sino a la familia.
¿Qué puede decir frente a las versiones según las cuales usted salía con alguien mientras Íngrid Betancourt permanecía en cautiverio?
Eso sí lo hablamos con ella. De todas formas, en el caso de que eso hubiese sido verdad ella habría sido muy europea, seguramente me habría dicho que eso era normal, que uno no puede estar siete años sin una mujer. Pero fueron chismes y no creo que hayan sido los que dañaron la relación. Seguramente fueron otras razones que no sé cuáles son.
¿Hace cuánto no hablan?
Como 15 días, pero cada vez hablamos menos. El año pasado hablábamos más a menudo. En los cumpleaños, el suyo es en diciembre, el mío en noviembre. Mi padre tuvo una enfermedad muy fuerte y larga y falleció hace 20 días y ahí ella estuvo muy pendiente.
La abogada Clara Rojas dijo recientemente que ella nunca fue la candidata a la Vicepresidencia de Íngrid, que ese cargo usted se lo inventó. ¿Qué puede decir al respecto?
A mí se me ocurrió colocar a Clara Rojas como Vicepresidenta porque cuando las secuestraron sólo se hablaba de Íngrid, nunca de Clara. Yo pensé entonces que era bueno darle visibilidad. La mamá de Clara me dio la autorización,

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